DOCUMENTO : EL COMPROMISO DE CIUDAD DEL CABO ( 10 fin )

CONCLUSIÓN

Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo. El Espíritu de Dios estuvo en Ciudad del Cabo, llamando a la Iglesia de Cristo a ser embajadores del amor reconciliador de Dios por el mundo. Dios mantuvo la promesa de su Palabra al reunirse su pueblo en el nombre de Cristo, porque el Señor Jesucristo mismo estuvo entre nosotros, y anduvo entre nosotros.[1]

Hemos buscado escuchar la voz del Señor Jesucristo. Y, en su misericordia, a través del Espíritu Santo, Cristo habló a su pueblo, que lo escuchaba. A través de las múltiples voces de la exposición de la Biblia, de las ponencias en las sesiones plenarias y de las discusiones grupales, dos temas se repitieron:

·         La necesidad de un discipulado obediente y radical, que produzca madurez y crecimiento en profundidad, así como crecimiento en cantidad;

·         La necesidad de una reconciliación radical centrada en la cruz, que produzca unidad y crecimiento en amor, así como crecimiento en fe y esperanza.

El discipulado y la reconciliación son indispensables para nuestra misión. Lamentamos el escándalo de nuestra superficialidad y falta de discipulado, y el escándalo de nuestra desunión y falta de amor; porque ambas cosas dañan seriamente nuestro testimonio del evangelio.

Discernimos la voz del Señor Jesucristo en estos dos desafíos, porque corresponden a dos de las palabras más enfáticas de Cristo a la Iglesia, según lo registran los Evangelios. En el Evangelio de Mateo, Jesús nos dio nuestro mandamiento principal: hacer discípulos entre todas las naciones. En el Evangelio de Juan, nos dio nuestro principal método: amarnos unos a otros para que el mundo sepa que somos discípulos de Jesús. No debemos sorprendernos, sino más bien regocijarnos, al escuchar la voz del Amo, cuando Cristo dice las mismas cosas 2000 años después a su pueblo reunido, proveniente de todo el mundo: Hagan discípulos. Ámense unos a otros.

Hacer discípulos

La misión bíblica exige que quienes invocan el nombre de Cristo sean como él, asumiendo su cruz, negándose a sí mismos y siguiéndolo en las sendas de la humildad, el amor, la integridad, la generosidad y el servicio. Fallar en el discipulado y en la formación de discípulos significa fallar en el nivel más básico de nuestra misión. El llamado de Cristo a su Iglesia nos llega de nuevo en las páginas de los Evangelios: “Venid en pos de mí”; “Id y haced discípulos”.

Amarnos unos a otros

Tres veces, Jesús repitió: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”.[2] Tres veces Jesús oró “para que todos sean uno, Padre”.[3] Tanto el mandamiento como la oración son misionales. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. “Para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste. Jesús no podría haber planteado más enfáticamente lo que quería decir. La evangelización del mundo y el reconocimiento de la deidad de Cristo resultan favorecidos o perjudicados según lo obedezcamos a él en la práctica o no. El llamado de Cristo y sus apóstoles nos llega nuevamente: “Ámense unos a otros”; sean “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”.[4] Es por el bien de la misión de Dios que renovamos nuestro compromiso de obedecer este “mensaje que [hemos] oído desde el principio”.[5] Cuando los cristianos vivamos la unidad reconciliada del amor por el poder del Espíritu Santo, el mundo llegará a conocer a Jesús, cuyos discípulos somos, y llegará a conocer al Padre que lo envió.


En el nombre de Dios el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y sobre el único fundamento de la fe en la infinita misericordia y gracia salvadora de Dios, anhelamos fervientemente y oramos por una reforma del discipulado bíblico y una revolución de amor como el de Cristo.

Hacemos de esto nuestra oración y asumimos este compromiso, por el Señor que amamos y por el mundo que servimos en su nombre.


[1]           Levítico 26:11-12; Mateo 18:20; 28:20
[2]           Juan 13:34; 15:12,17
[3]           Juan 17:21-23
[4]           Efesios 4:1-6; Colosenses 3:12-14; 1 Tesalonicenses 4:9-10; 1 Pedro 1:22; 1 Juan 3:11-14; 4:7-21
[5]           1 Juan 3:11

___________
Fin


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