DOCUMENTO: EL COMPROMISO DE CIUDAD DEL CABO ( 7 )

6. El amor trabaja en favor de la libertad religiosa para todas las personas

Apoyar los derechos humanos mediante la defensa de la libertad religiosa no es incompatible con seguir el camino de la cruz cuando somos confrontados por la persecución. No existe ninguna contradicción entre estar dispuestos a sufrir personalmente el abuso o la pérdida de nuestros propios derechos por el bien de Cristo y estar dedicados a defender y hablar por los que no tienen voz ante la violación de sus derechos humanos. Debemos distinguir también entre defender los derechos de personas de otras creencias y avalar la verdad de sus creencias. Podemos defender la libertad de los demás, de creer y practicar su religión, sin aceptar esa religión como verdadera.

  1. Esforcémonos por alcanzar la meta de la libertad religiosa para todas las personas. Esto requiere una defensoría ante los gobiernos a favor de los cristianos y también de las personas de otras creencias que son perseguidas.

  1. Obedezcamos a conciencia la enseñanza bíblica de ser buenos ciudadanos, de buscar el bienestar del país donde vivimos, de honrar a los que están en autoridad y orar por ellos, de pagar los impuestos, de hacer el bien y de tratar de vivir quieta y reposadamente. Los cristianos somos llamados a someternos al Estado, a menos que el Estado nos ordene lo que Dios prohíbe, o prohíba lo que Dios ordena. En consecuencia, si el Estado nos obliga a escoger entre la lealtad a él y nuestra lealtad superior a Dios, debemos decir “no” al Estado, porque hemos dicho “sí” a Jesucristo, como Señor.[1]


En medio de todos nuestros legítimos esfuerzos en favor de la libertad religiosa para todas las personas, el anhelo más profundo de nuestro corazón sigue siendo que todos lleguen a conocer al Señor Jesucristo, pongan libremente su fe en él y sean salvos, y entren en el reino de Dios.




IID DISCERNIR LA VOLUNTAD DE CRISTO
PARA LA EVANGELIZACIÓN MUNDIAL


1. Los pueblos no alcanzados y los pueblos no contactados
El corazón de Dios anhela que todas las personas tengan acceso al conocimiento del amor de Dios y de su obra de salvación a través de Jesucristo. Reconocemos con dolor y vergüenza que hay miles de pueblos en todo el mundo para quienes este acceso aún no ha sido puesto a su disposición a través del testimonio cristiano. Estos son pueblos no alcanzados, en el sentido de que no hay creyentes conocidos y no hay iglesias entre ellos. Muchos de estos pueblos son también no contactados en el sentido que actualmente no conocemos ninguna iglesia ni agencia que esté siquiera intentando compartir el evangelio con ellos. Por cierto, sólo un minúsculo porcentaje de los recursos de la Iglesia (humanos y materiales) está siendo dirigido a los pueblos menos alcanzados. Por definición, estos son pueblos que no nos invitarán a llevarles las buenas noticias, ya que no saben nada al respecto. Sin embargo, su presencia entre nosotros, en nuestro mundo, 2000 años luego de que Jesús nos ordenara hacer discípulos a todas las naciones, constituye no sólo un reproche a nuestra desobediencia, no sólo una forma de injusticia espiritual, sino también un silencioso “llamado macedónico”.

Levantémonos como la Iglesia de todo el mundo para encarar este desafío y:
  1. Arrepintámonos de nuestra ceguera a la presencia continuada de tantos pueblos no alcanzados en nuestro mundo y nuestra falta de urgencia para compartir el evangelio entre ellos.
  2. Renovemos nuestro compromiso de ir a quienes aún no han oído el evangelio, de involucrarnos profundamente con su idioma y cultura, de vivir el evangelio entre ellos con un amor encarnado y un servicio sacrificado, y de comunicar la luz y la verdad del Señor Jesucristo en palabra y acción, despertándolos a través del poder del Espíritu Santo a la sorprendente gracia de Dios.

  3. Apuntemos a erradicar la “pobreza bíblica” en el mundo, porque la Biblia sigue siendo indispensable para la evangelización. Para hacer esto debemos:

(1) Apurar la traducción de la Biblia a los idiomas de los pueblos que aún no tienen ninguna porción de la Palabra de Dios en su idioma materno;
(2) Hacer ampliamente accesible el mensaje de la Biblia por medios orales. (Ver también Las culturas orales, abajo.)
  1. Apuntemos a erradicar la ignorancia de la Biblia en la Iglesia, porque la Biblia sigue siendo indispensable para discipular a los creyentes a la imagen de Cristo.

(1)                 Anhelamos ver que una renovada convicción se apodere de toda la Iglesia de Dios con respecto a la necesidad fundamental de la enseñanza de la Biblia para el crecimiento de la Iglesia en el ministerio, la unidad y la madurez.[2] Nos regocijamos en los dones que han recibido todas las personas que Cristo ha dado a la Iglesia como pastores-maestros. Nos esforzaremos al máximo para identificarlas, alentarlas, capacitarlas y apoyarlas en la predicación y la enseñanza de la Palabra de Dios. Sin embargo, al hacerlo, debemos rechazar el tipo de clericalismo que restringe el ministerio de la Palabra de Dios a unos pocos profesionales pagos o a la predicación formal en los púlpitos de las iglesias. Muchos hombres y mujeres, que tienen claros dones para pastorear y enseñar al pueblo de Dios, los ejercen informalmente o sin estructuras denominacionales formales, pero con la manifiesta bendición del Espíritu de Dios. Ellos también necesitan ser reconocidos, alentados y correctamente equipados para usar bien la Palabra de Dios.
(2)                 Debemos promover el “alfabetismo bíblico” entre la generación que ahora se relaciona principalmente con la comunicación digital más que con los libros, promoviendo métodos digitales para estudiar la Biblia inductivamente con la profundidad de investigación que actualmente requiere de papel, bolígrafos y lápices.

  1. Mantengamos la evangelización en el centro del campo plenamente integrado de toda nuestra misión, dado que el evangelio mismo es la fuente, el contenido y la autoridad de toda misión bíblicamente válida. Todo lo que hacemos deberá ser tanto una encarnación como una declaración del amor y la gracia de Dios, y de su obra de salvación a través de Jesucristo.


2. Las culturas orales

La mayor parte de la población del mundo está compuesta por comunicadores orales, personas que no aprenden o no pueden aprender a través de medios escritos, y más de la mitad de ellas se encuentran entre los pueblos no alcanzados mencionados arriba. Entre éstos, se estima que hay unos 350 millones de personas que no tienen ni un solo versículo de la Biblia en su idioma. Además de los “aprendices orales primarios”, hay muchos “aprendices orales secundarios”, es decir, personas que están técnicamente alfabetizadas pero prefieren ahora comunicarse de una forma oral, dado el auge del aprendizaje visual y el predominio de las imágenes en la comunicación.

Al reconocer las cuestiones de la oralidad:

  1. Hagamos un mayor uso de metodologías orales en los programas de discipulado, aun entre creyentes alfabetizados.

  1. Ofrezcamos una Biblia con historias en formato oral en los idiomas del corazón de los pueblos no alcanzados y no contactados como una cuestión prioritaria.

  1. Alentemos a las agencias misioneras a desarrollar estrategias orales que incluyan: la grabación y distribución de historias orales de la Biblia para la evangelización, el discipulado y la capacitación para el liderazgo, junto con una capacitación adecuada en la oralidad para evangelistas pioneros y plantadores de iglesias. Estos podrían usar métodos de comunicación orales y visuales fructíferos para comunicar toda la historia bíblica de la salvación, incluyendo la narración de cuentos, danzas, arte, poesía, cánticos y dramatizaciones.

  1. Alentemos a las iglesias locales en el Sur global a involucrarse con los pueblos no alcanzados en su zona a través de métodos orales que sean específicos a su cosmovisión.

  1. Alentemos a los seminarios a ofrecer planes de estudio que capaciten a pastores y misioneros en las metodologías orales.


3. Líderes centrados en Cristo

El rápido crecimiento de la Iglesia en muchos lugares continúa siendo superficial y vulnerable, en parte, debido a la falta de líderes discipulados y en parte, porque muchos usan sus posiciones para el poder mundano, el prestigio arrogante o el enriquecimiento personal. Como resultado, el pueblo de Dios sufre, Cristo es deshonrado y la misión del evangelio se ve socavada. La “capacitación para el liderazgo” es la solución prioritaria más frecuentemente propuesta. Por cierto, los programas de capacitación para el liderazgo de toda clase se han multiplicado, pero el problema subsiste, por dos probables razones.

Primero, capacitar a líderes para que sean piadosos y semejantes a Cristo es invertir el orden. Bíblicamente, por empezar, sólo las personas cuyas vidas ya exhiben cualidades básicas de discipulado maduro deberían ser designadas para el liderazgo.[3] Si hoy nos encontramos con muchas personas en el liderazgo que apenas han sido discipuladas, entonces no queda otra opción más que incluir este discipulado básico en el desarrollo de su liderazgo. Podríamos decir que la cantidad de líderes mundanos y no semejantes a Cristo en la Iglesia de todo el mundo hoy es una evidencia clara de generaciones de evangelización reduccionista, discipulado descuidado y crecimiento superficial. La respuesta a las fallas de liderazgo no es sólo más capacitación para el liderazgo sino mejor capacitación para el discipulado. Los líderes deben ser, ante todo, discípulos de Cristo mismo.
Segundo, algunos programas de capacitación para el liderazgo se centran en conocimientos, técnicas y destrezas enlatadas, en detrimento de un carácter piadoso. En contraste, los auténticos líderes cristianos deben ser como Cristo en cuanto a tener un corazón de siervo, humildad, integridad, pureza, falta de avaricia, estar dedicados a la oración, ser dependientes del Espíritu de Dios y tener un profundo amor por las personas. Además, algunos programas de capacitación para el liderazgo carecen de capacitación específica en la destreza clave que Pablo incluye en su lista de cualificaciones: la capacidad para enseñar la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Pero la enseñanza de la Biblia es el medio fundamental para hacer discípulos y la deficiencia más seria en los líderes contemporáneos de la Iglesia.

a.     Anhelamos ver una gran intensificación de los esfuerzos para la formación de discípulos a través del trabajo prolongado de enseñanza y cuidado de los nuevos creyentes, para que aquellos que Dios llama y entrega a la Iglesia como líderes estén calificados, según los criterios bíblicos de madurez y servicio.
b.    Renovamos nuestro compromiso de orar por nuestros líderes. Anhelamos que Dios multiplique, proteja y aliente a líderes que sean fieles y obedientes a la Biblia. Oramos para que Dios reprenda, quite o lleve al arrepentimiento a los líderes que deshonran su nombre y desacreditan el evangelio. Y rogamos que Dios levante una nueva generación de líderes-siervos discipulados cuya pasión sea conocer a Cristo y ser como él por sobre todas las cosas.
c.     Quienes estamos en el liderazgo cristiano necesitamos reconocer nuestra vulnerabilidad y aceptar el don de la rendición de cuentas dentro del cuerpo de Cristo. Encomiamos la práctica de someternos a un grupo de rendición de cuentas.
d.    Alentamos enfáticamente a los seminarios, y a todos los que ofrecen programas de capacitación para el liderazgo, a centrarse más en la formación espiritual y del carácter, y no sólo en impartir conocimiento o calificar el desempeño, y nos regocijamos de todo corazón por los que ya lo están haciendo como parte de un desarrollo integral para el liderazgo de “la persona toda”.


4. Las ciudades

Las ciudades tienen una importancia crucial para el futuro humano y para la misión mundial. La mitad del mundo vive ahora en ciudades. En las ciudades encontramos mayormente cuatro clases principales de personas: (i) la próxima generación de jóvenes; (ii) los pueblos menos alcanzados que han migrado; (iii) los modeladores de la cultura; (iv) los más pobres entre los pobres.


  1. Discernimos la mano soberana de Dios en el crecimiento masivo de la urbanización en nuestro tiempo, e instamos a los líderes de la Iglesia y de misiones en todo el mundo a responder a este hecho dando una urgente atención estratégica a la misión urbana. Debemos amar nuestras ciudades como las ama Dios, con discernimiento santo y compasión similar a la de Cristo, y obedecer su mandamiento de “procurar la paz de la ciudad” (“buscar el bienestar de la ciudad”, NVI), dondequiera que sea. Intentaremos aprender métodos de misión apropiados y flexibles que respondan a las realidades urbanas.



5. Los niños


Todos los niños están en riesgo. Hay unos dos mil millones de niños en el mundo, y la mitad de ellos están en riesgo por la pobreza. Hay millones en riesgo por la prosperidad. Los niños de los que tienen riqueza y seguridad tienen todo con lo cual vivir, pero nada para lo cual vivir.

Los niños y los jóvenes son la Iglesia de hoy, no meramente de mañana. Los jóvenes tienen un gran potencial como agentes activos en la misión de Dios. Representan un enorme reservorio subutilizado de influenciadores sensibles a la voz de Dios y dispuestos a responderle. Nos regocijamos en los excelentes ministerios que sirven entre los niños y con ellos, y anhelamos que este tipo de trabajo se multiplique, ya que la necesidad es tan grande. Como vemos en la Biblia, Dios puede usar, y usa, a niños y jóvenes –sus oraciones, sus perspectivas, sus palabras, sus iniciativas– para cambiar corazones. Representan una “nueva energía” para transformar el mundo. Escuchemos su espiritualidad de niños y no la apaguemos con nuestros enfoques racionalistas de adultos.

Nos comprometemos a:

  1. Tomar a los niños en serio mediante una renovada investigación bíblica y teológica que reflexione sobre el amor y el propósito de Dios para ellos y a través de ellos, y mediante el redescubrimiento de la profunda importancia para la teología y la misión que tuvo la acción provocativa de Jesús, que “tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos”.[4]

  1. Procurar capacitar a personas y brindar recursos para suplir las necesidades de los niños en todo el mundo; donde sea posible, trabajando con sus familias y comunidades, con la convicción de que un ministerio holístico a y a través de cada nueva generación de niños y jóvenes es un componente vital de la misión mundial.

  1. Denunciar, resistir y actuar contra el abuso infantil, incluyendo la violencia, la explotación, la esclavitud, el tráfico, la prostitución, la discriminación de género y étnica, el uso como objetivo comercial y el abandono intencional.



6. La oración

En medio de todas estas prioridades, renovemos nuestro compromiso de orar. La oración es un llamado, un mandamiento y un don. La oración es el fundamento y recurso indispensable para todos los elementos de nuestra misión.

a.              Oraremos con unidad, enfoque, persistencia y claridad informada por la Biblia:

(1)           Para que Dios envíe obreros a cada rincón del mundo, en el poder de su Espíritu;

(2)           Por los perdidos en cada pueblo y lugar, para que sean atraídos a Dios por su Espíritu, mediante la declaración de la verdad del evangelio y la demostración del amor y el poder de Cristo;

(3)           Para que la gloria de Dios sea revelada y el nombre de Cristo sea conocido y alabado por el carácter, las acciones y las palabras de su pueblo. Clamaremos por nuestros hermanos y hermanas que sufren por el nombre de Cristo;

(4)           Para que venga el reino de Dios, para que la voluntad de Dios se haga en la tierra como en el cielo en lo que se refiere al establecimiento de la justicia, la mayordomía y el cuidado de la creación, y la bendición de la paz de Dios en nuestras comunidades.

  1. Agradeceremos continuamente al ver la obra de Dios entre las naciones, esperando el día cuando el reino de este mundo llegue a ser el reino de nuestro Dios y su Cristo.



[1]           Jeremías 29:7; 1 Pedro 2:13-17; 1 Timoteo 2:1-2; Romanos 13:1-7; Éxodo 1:15-21; Daniel 6; Hechos 3:19-20; 5:29
[2]           Efesios 4:11-12
[3]           1 Timoteo 3:1-13; Tito 1:6-9; 1 Pedro 5:1-3
[4]           Marcos 9:33-37


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