DOCUMENTO: EL COMPROMISO DE CIUDAD DEL CABO ( 8 )

IIF LLAMAR A LA IGLESIA DE CRISTO

A VOLVER A LA HUMILDAD, LA INTEGRIDAD Y LA SENCILLEZ

 


Andar es la metáfora bíblica para nuestra forma de vivir y nuestra conducta diaria. Siete veces en Efesios, Pablo habla acerca de la manera en que los cristianos deben, o no deben, andar.[1]

1)     Andar en forma diferente de los demás, como la nueva humanidad de Dios [2]

El pueblo de Dios anda, ya sea por el camino de Dios, o por los caminos de otros dioses. La Biblia muestra que el mayor problema de Dios no es sólo con las naciones del mundo, sino con el pueblo que él ha creado y llamado a ser el medio para bendecir a las naciones. Y el mayor obstáculo para cumplir esa misión es la idolatría entre el propio pueblo de Dios. Porque si hemos sido llamados a traer a las naciones a adorar al único Dios vivo, fracasamos miserablemente si nosotros mismos corremos detrás de los dioses falsos de los pueblos que nos rodean.

Cuando no hay ninguna diferencia en la conducta entre cristianos y no cristianos –por ejemplo, en la práctica de la corrupción y la avaricia, o la promiscuidad sexual, o la tasa de divorcios, o la recaída en prácticas religiosas precristianas, o en actitudes hacia personas de otras razas, o en estilos de vida consumistas, o en prejuicios sociales– el mundo tiene razón en preguntarse si nuestro cristianismo marca alguna diferencia. Nuestro mensaje no transmite ninguna autenticidad para un mundo que nos observa.

  1. Nos desafiamos unos a otros, como pueblo de Dios en cada cultura, a reconocer la medida en que, consciente o inconscientemente, estamos atrapados en las idolatrías de la cultura que nos rodea. Oramos por discernimiento profético para identificar y exponer estos dioses falsos y su presencia dentro de la Iglesia misma, y por valentía para arrepentirnos y renunciar a ellos en el nombre y en la autoridad de Jesús como Señor.
  2. Dado que no existe misión bíblica sin una forma de vivir bíblica, volvemos a comprometernos urgentemente y desafiamos a todos los que profesan el nombre de Cristo a vivir en una diferenciación radical de los caminos del mundo, a “[vestirnos] del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (“[ponernos] el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad”, NVI).


2. Andar en amor, rechazando la idolatría de la sexualidad desordenada [3]


El designio de Dios en la creación es que el matrimonio esté constituido por la relación comprometida y fiel entre un hombre y una mujer, en la que se convierten en una sola carne, en una nueva unidad social que es distinta de sus familias de nacimiento, y que las relaciones sexuales como la expresión de esa “una sola carne” sean disfrutadas exclusivamente dentro del vínculo del matrimonio. Esta unión sexual de amor dentro del matrimonio, en la que los dos se vuelven uno, refleja tanto la relación de Cristo con la Iglesia como la unidad de judíos y gentiles en la nueva humanidad.[4]

Pablo contrasta la pureza del amor de Dios con la fealdad del amor falso que se disfraza en forma de sexualidad desordenada, con todo lo que la acompaña. La sexualidad desordenada de todo tipo, en cualquier práctica de intimidad sexual antes o fuera del matrimonio según se define bíblicamente, está fuera de la voluntad y la bendición de Dios en la creación y la redención. El abuso y la idolatría que rodean a la sexualidad desordenada contribuyen a la declinación social más amplia, que incluye la destrucción de matrimonios y familias, y produce un sufrimiento incalculable de soledad y explotación. Es un tema serio dentro de la Iglesia misma, y es una causa de fracasos trágicamente común entre los líderes.

Reconocemos nuestra necesidad de una profunda humildad y conciencia de fracaso en esta área. Anhelamos ver a cristianos que desafíen las culturas que los rodean mediante vidas que siguen las normas a las que nos llama la Biblia.

a.      Alentamos enfáticamente a todos los pastores a:

(1)                 Facilitar una conversación más abierta sobre la sexualidad en nuestras iglesias, declarando en forma positiva las buenas noticias del plan de Dios para las relaciones saludables y la vida familiar, pero también abordando con sinceridad pastoral las áreas donde los cristianos comparten las realidades rotas y disfuncionales de la cultura que los rodea;
(2)                 Enseñar las normas de Dios claramente, pero con la compasión pastoral de Cristo por los pecadores, reconociendo cuán vulnerables somos todos a la tentación y el pecado sexuales;
(3)                 Esforzarse por fijar un ejemplo positivo a través de vidas que siguen las normas bíblicas de fidelidad sexual;


  1. Como miembros de la Iglesia, nos comprometemos a:

(1)                 Hacer todo lo que podamos en la Iglesia y en la sociedad para fortalecer los matrimonios fieles y la vida familiar saludable;
(2)                 Reconocer la presencia y el aporte de las personas que no están casadas, viudas o sin hijos, para asegurar que la iglesia sea una familia acogedora y sustentadora en Cristo, y permitirles ejercer sus dones en toda la gama de los ministerios de la iglesia;
(3)                 Resistir las múltiples formas de sexualidad desordenada en las culturas que nos rodean, incluyendo la pornografía, el adulterio y la promiscuidad;
(4)                 Buscar entender y abordar los profundos temas del corazón relacionados con la identidad y la experiencia que llevan a algunas personas a la práctica de la homosexualidad, brindarnos a ellas con el amor, la compasión y la justicia de Cristo, y rechazar y condenar toda forma de odio, abuso físico o verbal, y la victimización de las personas homosexuales;
(5)                 Recordar que, mediante la gracia redentora de Dios, ninguna persona o situación está más allá de la posibilidad del cambio y la restauración.


El VIH-SIDA es una crisis grave en muchos países. Hay millones de personas infectadas con VIH, incluidas muchas en nuestras iglesias, y hay millones de niños huérfanos por el SIDA. Dios nos está llamando a mostrar su profundo amor y compasión hacia todas las personas infectadas y afectadas, y a hacer todos los esfuerzos por salvar vidas. Creemos que las enseñanzas y el ejemplo de Jesús, así como el poder transformador de su cruz y su resurrección, son fundamentales para la respuesta holística del evangelio al VIH-SIDA que nuestro mundo necesita tan urgentemente.

  1. Anhelamos que los pastores den un ejemplo de castidad y fidelidad sexual, como ordenó Pablo, y que enseñen clara y frecuentemente que el matrimonio es el lugar exclusivo para la unión sexual. Esto es necesario no sólo porque es la clara enseñanza de la Biblia, sino también porque el predominio de múltiples asociaciones sexuales fuera del matrimonio es un factor importante en la rápida difusión del VIH-SIDA en los países más afectados.

  1. Rechazamos y denunciamos toda condena, hostilidad, estigma y discriminación contra las personas que sufren de VIH-SIDA. Esta clase de cosas son un pecado y una vergüenza dentro del cuerpo de Cristo. Todos nosotros hemos pecado y estábamos destituidos de la gloria de Dios; hemos sido salvados sólo por gracia, por lo que debemos ser lentos para juzgar y rápidos para restaurar y perdonar. También reconocemos con dolor y compasión que muchísimas personas que contraen VIH-SIDA lo hacen sin falta alguna de su parte y, a menudo, por cuidar a otros.

  1. Asumamos, como la Iglesia de todo el mundo, este desafío en el nombre de Cristo y con el poder del Espíritu Santo. Identifiquémonos con nuestros hermanos y hermanas en las áreas más duramente golpeadas por el VIH-SIDA, mediante el apoyo práctico, el cuidado compasivo (incluyendo el cuidado de viudas y huérfanos), la defensoría social y política, programas educativos (especialmente los que otorgan poder a las mujeres) y estrategias de prevención eficaces, adecuadas al contexto local. Nos comprometemos a esta acción urgente y profética como parte de la misión integral de la Iglesia.


3. Andar en humildad, rechazando la idolatría del poder [5]


En nuestra condición caída y nuestro pecado, el poder se ejerce a menudo para abusar de otros y explotarlos. Nos exaltamos, invocando superioridad de género, raza o condición social. Pablo opone a todas estas marcas de la idolatría del orgullo y el poder su requisito de que quienes están llenos del Espíritu de Dios deben someterse unos a otros por el bien de Cristo. Esta sumisión mutua y este amor recíproco deberán expresarse en el matrimonio, la familia y en las relaciones socioeconómicas.


  1. Anhelamos ver a todos los esposos y esposas, padres e hijos, empleadores y empleados cristianos, viviendo la enseñanza bíblica de someterse “unos a otros en el temor de Dios”.

  1. Alentamos a los pastores a ayudar a los creyentes para que entiendan, analicen juntos con sinceridad y practiquen la sumisión mutua que Dios requiere de sus hijos entre sí. En un mundo de avaricia, poder y abuso, Dios está llamando a su Iglesia a ser el lugar de amable humildad y amor desinteresado entre sus miembros.

  1. En particular, llamamos con urgencia a los esposos cristianos a observar el equilibrio de responsabilidades de la enseñanza de Pablo acerca de los esposos y las esposas. La sumisión mutua significa que la sumisión de la mujer a su esposo es a un hombre cuyo amor y cuidado por ella sigue el modelo del amor abnegado de Jesucristo por su Iglesia. Toda forma de abuso de la esposa –verbal, emocional o físico– es incompatible con el amor de Cristo, en cualquier cultura. Negamos que cualquier costumbre cultural o interpretación bíblica distorsionada pueda justificar que un hombre golpee a su esposa. Nos duele encontrar esta práctica entre cristianos profesantes, aun entre pastores y líderes. No vacilamos en denunciarlo como un pecado, y llamamos al arrepentimiento y a la renuncia de tal práctica.


4. Andar en integridad, rechazando la idolatría del éxito [6]

No podemos construir el reino del Dios de la verdad sobre fundamentos de deshonestidad. Sin embargo, en nuestro anhelo de “éxito” y “resultados” nos vemos tentados a sacrificar nuestra integridad con afirmaciones distorsionadas o exageradas que equivalen a mentiras. En cambio, andar en la luz “consiste en […] justicia y verdad”.[7]

  1. Llamamos a todos los líderes de la iglesia y de misiones a resistir la tentación de no ser plenamente veraces al presentar nuestro trabajo. Somos deshonestos cuando exageramos nuestros informes con estadísticas sin respaldo o torcemos la verdad para obtener algo. Oramos por una ola purificadora de honestidad que ponga fin a esta distorsión, manipulación y exageración. Llamamos a todos los que apoyan económicamente el trabajo espiritual a no hacer demandas poco realistas de resultados medibles y visibles, más allá de la necesidad de una rendición de cuentas adecuada. Luchemos por una cultura de plena integridad y transparencia. Escogeremos andar en la luz y la verdad de Dios, porque el Señor escudriña los corazones y le agrada la rectitud.[8]



5. Andar en la sencillez, rechazando la idolatría de la avaricia [9]

La predicación y enseñanza generalizadas del “evangelio de la prosperidad” en todo el mundo plantean importantes preocupaciones. Definimos el evangelio de la prosperidad como la enseñanza de que los creyentes tienen derecho a las bendiciones de la salud y la riqueza, y que pueden obtener estas bendiciones a través de confesiones positivas de fe y “sembrando semillas” mediante donaciones monetarias o materiales. La enseñanza de la prosperidad es un fenómeno que es común a muchas denominaciones en todos los continentes.[10]

Afirmamos la gracia y el poder milagrosos de Dios, y vemos con beneplácito el crecimiento de iglesias y ministerios que llevan a las personas a ejercer una fe expectante en el Dios vivo y en su poder sobrenatural. Creemos en el poder del Espíritu Santo. Sin embargo, negamos que el poder milagroso de Dios pueda ser tratado como algo automático, o que esté a disposición de técnicas humanas, o que sea manipulado por palabras, acciones, dádivas, objetos o rituales humanos.

Afirmamos que existe una visión bíblica de la prosperidad humana, y que la Biblia incluye el bienestar material (tanto la salud como la riqueza) dentro de su enseñanza sobre la bendición de Dios. Sin embargo, negamos como contraria a la Biblia la enseñanza de que el bienestar espiritual pueda medirse en términos de bienestar material, o que la riqueza sea siempre un signo de la bendición de Dios. La Biblia muestra que la riqueza puede obtenerse a menudo mediante la opresión, el engaño o la corrupción. También negamos que la pobreza, la enfermedad o la muerte temprana sean siempre un signo de la maldición de Dios o una evidencia de falta de fe, o el resultado de maldiciones humanas, ya que la Biblia rechaza esta clase de explicaciones simplistas.

Aceptamos que es bueno exaltar el poder y la victoria de Dios. Pero creemos que las enseñanzas de muchos que promueven vigorosamente el evangelio de la prosperidad distorsionan seriamente la Biblia, que sus prácticas y estilos de vida son frecuentemente contrarios a la ética y al carácter de Cristo, que muchas veces reemplazan la auténtica evangelización por la búsqueda de milagros, y reemplazan el llamado al arrepentimiento por el llamado a dar dinero a la organización del predicador. Nos duele que el impacto de esta enseñanza sobre muchas iglesias sea pastoralmente dañino y espiritualmente malsano. Apoyamos alegre y categóricamente toda iniciativa en el nombre de Cristo que busque la sanidad de los enfermos o la liberación duradera de la pobreza y el sufrimiento. El evangelio de la prosperidad no ofrece ninguna solución duradera para la pobreza, y puede apartar a las personas del verdadero mensaje y del medio de la salvación eterna. Por estas razones, puede ser descrito con justicia como un evangelio falso. Por lo tanto, rechazamos los excesos de la enseñanza de la prosperidad como incompatibles con un cristianismo bíblicamente equilibrado.

Alentamos urgentemente a los líderes de iglesias y de misiones en contextos donde el evangelio de la prosperidad es popular a poner a prueba su enseñanza prestando cuidadosa atención a la enseñanza y el ejemplo de Jesucristo. En especial, todos necesitamos interpretar y enseñar en su pleno contexto bíblico y equilibrio adecuado aquellos versículos de la Biblia que se usan habitualmente para apoyar el evangelio de la prosperidad. Cuando la enseñanza de la prosperidad se da en el contexto de la pobreza, debemos contraponerle una compasión auténtica y acciones que traigan justicia y una transformación duradera a los pobres. Sobre todo, debemos reemplazar el egoísmo y la avaricia por la enseñanza bíblica sobre la abnegación y la caridad generosa como las marcas del verdadero discipulado de Cristo. Afirmamos el histórico llamado de Lausana a practicar estilos de vida más sencillos.


[1]           Si bien se traducen de formas diferentes, todos estos versículos usan el verbo “andar”: Efesios 2:2; 2:10; 4:1; 4:17; 5:2; 5:8; 5:15
[2]           Efesios 4:17-32
[3]           Efesios 5:1-7
[4]           Efesios 5:31-32, 2:15
[5]           Efesios 5:15-6:9
[6]           Efesios 5:8-9
[7]           Efesios 5:9, NVI
[8]           1 Crónicas 29:17
[9]           Efesios 5:5
[10]          Ver también el texto completo de The Akropong Statement, a critique of Prosperity Gospel [La declaración de Akropong, una crítica del Evangelio de la Prosperidad] producida por teólogos africanos, convocados por el Grupo de Trabajo de Teología de Lausana, en: www.lausanne.org/akropong

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